Carolina Himmel.
Nací en Buenos Aires, Argentina, casi en verano, bajo el sol de Sagitario.
Mi familia era admiradora de todo tipo de expresión artística. Mi abuelo, un arquitecto austríaco, atraído fuertemente por los pueblitos de montaña europeos, solía pasar la mayor parte de su tiempo representándolos sobre cartón. Acuarelas, delicado y preciso, su arte todavía permanece intacto en mis memorias.
Mi madre, una gran diseñadora de modas.
Mi padre, un alemán extravagante, acostumbrado a pintar en el altillo de mi casa de la infancia muy tarde en las noches. Trepando silenciosamente las escaleras, como hipnotizada, llena de curiosidad, podía verlo con sus pantalones de color violeta. Estaba mojando su pintura con una manguera, alucinado por los efectos del agua en su obra.
Odell Passi fue mi única y gran maestra. Genuina, de apariencia casi felina, su voz tan suave? ?Sólo a partir del caos puede surgir una estrella danzante.? ? alguna vez me dijo. Yo todavía lo dudo.
Amo las abstracciones, los colores cálidos, el blanco y el negro. Los signos y los símbolos aparecen frecuentemente en mi obra.
Amo las texturas, la arena, las piedritas, las telas, el alquitrán. Rasco y raspo y manipulo distintas densidades de materia. Utilizo pintura espesa y consistente. Amo lo rústico, lo andino, lo aborigen.
Mi arte es un espejo, un instrumento que perturba los hábitos de percepción del observador. A través de él, expreso mis fuerzas más íntimas.
El arte me conecta con lo poco común, con lo único. Revela una nueva realidad.
El arte es Alegría!